VENEZUELA 2002, BOLIVIA 2008: ALGUNAS COINCIDENCIAS
Hemos planteado en reiteradas ocasiones, que la dinámica socio- política que experimenta América Latina, está signada por la conflictividad. Los procesos de cambio en el comportamiento electoral, la institucionalidad democrática, así como la complejidad de los movimientos sociales nos ayuda a entender este cambio radical.
La democracia, entendida en su vertiente formal – o de realización de elecciones- ha experimentado una gran crítica por parte de las organizaciones políticas como por sectores diversos de la denominada sociedad civil. Eso ha impulsado la expresión del conflicto social, entendido como una articulación disruptiva de las normas y formas de entendimiento social. Lo que experimenta Bolivia en estos momentos tiene elementos comunes con lo sucedido en Venezuela en el año 2002.
Ambos países, experimentaron una crisis de las identidades políticas de los partidos tradicionales. En el caso de Venezuela, el retroceso de los partidos históricos fue evidente. AD y COPEI pasaron de obtener cerca del 93% de los votos en 1988, a sólo alcanzar un 11% en las elecciones de 1998. En el caso de Bolivia, la desintitucionalización de los partidos socialcristianos y socialdemócratas en el período anterior al gobierno de Hugo Banzer fue también contundente. En ambos países, el surgimiento de un liderazgo basado en la idea de un cambio radical, que reivindicaba la incorporación de sectores históricamente excluidos fue clave. Para Chávez se trataba de los sectores D y E, que representaban cerca del 83% del caudal electoral; para Evo Morales se trató de las comunidades indígenas.
El ajuste institucional implementado por ambos se tradujo en un desmontaje del aparato político sobre el cual se habían construido relaciones de poder y establecido formas de entendimiento político entre los grupos económicos. El uso de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente para formalizar un nuevo proyecto constitucional que impulse un proyecto político diferente, desató las resistencias de los sectores tradicionalmente hegemónicos en ambos países. En el caso de Venezuela, el año 2002, estuvo signado por el impacto de las Leyes Habilitantes que se tradujeron en una 1era iniciativa de aplicación del proyecto político. En el caso de Bolivia, la dinámica que conduce a la aprobación definitiva del texto constitucional desató la movilización de los prefectos de los departamentos de Bení, Pando y Santa Cruz, que reúnen los grupos económicos más poderosos y radicales de Bolivia.
No hay que perder de vista un elemento común en la crisis experimentada en Venezuela en el 2002 y la que sufre Bolivia. Es la denominada oportunidad política, entendida como las condiciones políticas que favorecen la rebelión o desobediencia civil. La nueva institucionalidad impulsada por Chávez como por Evo, así como su insistencia en facilitar la movilidad social y las expresiones de voluntarismo político ha sido utilizada por los sectores más radicales y conservadores en Bolivia y Venezuela, para buscar salidas violentas. La apertura política fue aprovechada en ambas situaciones para incrementar el conflicto e incentivar la ingobernabilidad.
Otro factor común que debe considerarse, es el referido al papel de los cuerpos de seguridad del Estado. No se puede perder de vista que las Fuerzas Armadas en toda Latinoamérica, fueron formadas bajo la lógica de la dominación y el control hegemónico. Las Fuerzas Armadas en Venezuela, durante el período 2000-2002 resintió el ajuste derivado de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas, generándose un descontento que se manifestó en el año 2002, a través de una actitud inoperante, permitiendo la ejecución de actos violentos que calentaron aun más las calles. En el caso de Bolivia, notamos la misma coincidencia, las FFAA bolivianas, tradicionalmente asociadas con golpes de estado y represión, no han actuado conteniendo la violencia.
El accionar de los grupos económicos y su conjunción con grupos radicales civiles que atentan contra los más elementales derechos humanos, constituye otro punto de coincidencia entre ambas coyunturas. Adicionalmente, no debe dejarse fuera del análisis la situación geopolítica internacional y el tema energético. Cuando se produjo los acontecimientos de abril de 2002, el papel de los empleados petroleros de PDVSA fue clave. En el caso de Bolivia, el factor petróleo y gas está detrás de esta violenta manifestación de violencia política. Lo interesante es considerar el papel del Departamento de Estado Norteamericano en ambas situaciones históricas. El silencio cómplice de sus respectivos embajadores, cuya actitud permisiva indica su vinculación y apoyo tácito a la desintitucionalización y vulneración del mandato popular, es contundente.
Hace tiempo señalamos que la situación en Bolivia amenaza a toda Sudamérica, pues en ella encontramos representada la resistencia de factores políticos que se niegan a aceptar los cambios en las condiciones de participación política y menos aun la idea de permitir que los ciudadanos que han sido históricamente hechos invisibles, aparezcan reclamando sus derechos y defendiendo su participación. Todos somos Bolivia en este momento, su futuro es el de toda Latinoamérica, por ello no debemos dejar de manifestar nuestra solidaridad y compromiso con una salida pacífica de esta crisis, inducida desde sectores conservadores y radicales que buscan re-alinearse y recuperar espacios.
Dr. Juan E. Romero
15/09/2008
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