La recién finalizada reunión del Grupo de Río arroja una serie de conclusiones acerca del Sistema Interamericano de Resolución de Conflictos. En primer lugar, deja claro que no es necesaria la injerencia de los EEUU para que los países latinoamericanos busquen normalizar sus relaciones en casos como el vivido entre Ecuador, Colombia y Venezuela. Históricamente desde la creación del Sistema Interamericano representado en la Organización de Estados Americanos (OEA) la resistencia o imposición de líneas de acción en base a los intereses del gobierno norteamericano ha sido una fuente de perturbación.
Inicialmente, en los primeros momentos después del bombardeo del día sábado que costo la vida de Raúl Reyes, los EEUU fijó una posición de acuerdo con su Doctrina de Seguridad y Defensa que avala la tesis de la Guerra Preventiva, que es violatoria de todos los acuerdos que rigen el sistema- mundo. Como se recordará, después de los ataques del 11 de septiembre, el gobierno de George W. Bush hizo suya una tesis que ha sido llevada a su máxima expresión por el Estado de Israel en el Medio Oriente. Mediante este planteamiento los EEUU actúa en condiciones en las que considera amenazado sus intereses estratégicos, sin que se haya producido una acción que así lo amerite. Ese planteamiento violenta la estructura de las relaciones entre las naciones establecidos desde el Tratado de Wesfalia en el siglo XVII.
Cuando Colombia hace suya esta tesis, genera un impacto significativo sobre la resolución pacífica de controversias, al mismo tiempo que muestra una acción que militarmente propende a resaltar el papel estratégico que tiene en su relación con los EEUU. Esa actitud crea desequilibrios que el reciente acuerdo no termina de solucionar, pero que deja planteado como uno de los grandes retos que debe asumir el Sistema Interamericano.
En segundo lugar, la actitud de los Presidente Lionel Fernández, Felipe Calderón, Cristina Fernández de Kishner, Luís Ignacio Lula da Silva, señala una nueva ruta de mediaciones que puede extenderse hacia la búsqueda de una resolución pacífica al conflicto trasnacional que ocurre en Colombia y que afecta a todos sus vecinos (Panamá, Ecuador, Brasil y Venezuela). La discusión que se generó acerca de la tendencia militarista del gobierno de Uribe a través de su política de Seguridad Democrática y el impacto en las relaciones subregionales debe ser asumida como una tesis profundamente debatida en el seno de esa organización, surgida en el contexto de la crisis en Centroamérica en los años 80.
En tercer lugar, la resolución de la disputa sin la intervención directa de la OEA a través de su Secretario General, José Manuel Insulza, coloca en una situación comprometedora al Sistema Interamericano construido en función de los intereses estratégicos de los EEUU. Ha sido la actitud prepotente del departamento de Estado Norteamericano que ha venido envileciendo las posibilidades de intermediación de este organismo en los distintos conflictos surgidos en Latinoamérica.
En cuarto lugar, al dirigirse la discusión acerca del conflicto en Colombia sobre el tema de la inversión militar en ese país con el apoyo financiero de los EEUU surge el debate sobre el impacto de los desplazados generados por el conflicto. Es público que en los países vecinos de Colombia hay más de 4 millones de desplazados que impactan el desarrollo de políticas sociales por parte de Ecuador, Brasil, Panamá y Venezuela, pero no se trata sólo del impacto producido por los desplazados, si no que el debate se estructuró sobre el impacto que la pobreza tiene en el conflicto histórico vivido por nuestro vecino país. Colombia tiene unos niveles de pobreza y exclusión que siguen siendo una fuente de conflicto social, por las crisis de expectativas que produce. Cerca de un 45% de los niños en edades comprendidas entre los 8 y 14 años viven en situación de pobreza crítica, con escasas oportunidades de ascenso social; que se ven incrementadas por las características sociocéntricas de la sociedad colombiana que privilegia el ascenso social en función de la tradición de los apellidos. Este problema fue objeto del debate y es un tema central en la búsqueda de una resolución.
En quinto lugar, en lo que respecta al desenvolvimiento de los gobiernos de Correa y Chávez, su accionar – inicialmente amenazante- en respuesta a la demostración de fuerza estratégica militar de Colombia, fue contundente y a pesar de las voces agoreras no llego a más, aunque los analistas opuestos a ambos presidentes indicarán que estaban al borde de una guerra. Esa fantasía no habría sido posible pues militarmente Colombia sabía que una reacción a la movilización de tropas por parte de Ecuador y Venezuela podía ser asumida como un acto contundente de guerra, que la habría sumido en una confrontación en dos frentes y regionalizado el conflicto ante una segura intervención de los EEUU. Por otra parte, la contundencia de la defensa del derecho Internacional público por parte de Chávez y Correa no permitió que se desvíe la atención de la discusión hacia el tema – real o no- del apoyo de estos gobiernos a la guerrilla de las FARC. En definitiva, la dinámica de resolución del conflicto, coloca muy mal a la OEA que queda comprometida a realizar un estudio exhaustivo de lo acontecido, buscando con ello retomar el camino de la confianza mutua, tan seriamente lastimado por el cruce de acusaciones entre los presidentes Uribe, Correa y Chávez.
Dr, Juan E. Romero
Historiador
juane1208@gmail.com
Inicialmente, en los primeros momentos después del bombardeo del día sábado que costo la vida de Raúl Reyes, los EEUU fijó una posición de acuerdo con su Doctrina de Seguridad y Defensa que avala la tesis de la Guerra Preventiva, que es violatoria de todos los acuerdos que rigen el sistema- mundo. Como se recordará, después de los ataques del 11 de septiembre, el gobierno de George W. Bush hizo suya una tesis que ha sido llevada a su máxima expresión por el Estado de Israel en el Medio Oriente. Mediante este planteamiento los EEUU actúa en condiciones en las que considera amenazado sus intereses estratégicos, sin que se haya producido una acción que así lo amerite. Ese planteamiento violenta la estructura de las relaciones entre las naciones establecidos desde el Tratado de Wesfalia en el siglo XVII.
Cuando Colombia hace suya esta tesis, genera un impacto significativo sobre la resolución pacífica de controversias, al mismo tiempo que muestra una acción que militarmente propende a resaltar el papel estratégico que tiene en su relación con los EEUU. Esa actitud crea desequilibrios que el reciente acuerdo no termina de solucionar, pero que deja planteado como uno de los grandes retos que debe asumir el Sistema Interamericano.
En segundo lugar, la actitud de los Presidente Lionel Fernández, Felipe Calderón, Cristina Fernández de Kishner, Luís Ignacio Lula da Silva, señala una nueva ruta de mediaciones que puede extenderse hacia la búsqueda de una resolución pacífica al conflicto trasnacional que ocurre en Colombia y que afecta a todos sus vecinos (Panamá, Ecuador, Brasil y Venezuela). La discusión que se generó acerca de la tendencia militarista del gobierno de Uribe a través de su política de Seguridad Democrática y el impacto en las relaciones subregionales debe ser asumida como una tesis profundamente debatida en el seno de esa organización, surgida en el contexto de la crisis en Centroamérica en los años 80.
En tercer lugar, la resolución de la disputa sin la intervención directa de la OEA a través de su Secretario General, José Manuel Insulza, coloca en una situación comprometedora al Sistema Interamericano construido en función de los intereses estratégicos de los EEUU. Ha sido la actitud prepotente del departamento de Estado Norteamericano que ha venido envileciendo las posibilidades de intermediación de este organismo en los distintos conflictos surgidos en Latinoamérica.
En cuarto lugar, al dirigirse la discusión acerca del conflicto en Colombia sobre el tema de la inversión militar en ese país con el apoyo financiero de los EEUU surge el debate sobre el impacto de los desplazados generados por el conflicto. Es público que en los países vecinos de Colombia hay más de 4 millones de desplazados que impactan el desarrollo de políticas sociales por parte de Ecuador, Brasil, Panamá y Venezuela, pero no se trata sólo del impacto producido por los desplazados, si no que el debate se estructuró sobre el impacto que la pobreza tiene en el conflicto histórico vivido por nuestro vecino país. Colombia tiene unos niveles de pobreza y exclusión que siguen siendo una fuente de conflicto social, por las crisis de expectativas que produce. Cerca de un 45% de los niños en edades comprendidas entre los 8 y 14 años viven en situación de pobreza crítica, con escasas oportunidades de ascenso social; que se ven incrementadas por las características sociocéntricas de la sociedad colombiana que privilegia el ascenso social en función de la tradición de los apellidos. Este problema fue objeto del debate y es un tema central en la búsqueda de una resolución.
En quinto lugar, en lo que respecta al desenvolvimiento de los gobiernos de Correa y Chávez, su accionar – inicialmente amenazante- en respuesta a la demostración de fuerza estratégica militar de Colombia, fue contundente y a pesar de las voces agoreras no llego a más, aunque los analistas opuestos a ambos presidentes indicarán que estaban al borde de una guerra. Esa fantasía no habría sido posible pues militarmente Colombia sabía que una reacción a la movilización de tropas por parte de Ecuador y Venezuela podía ser asumida como un acto contundente de guerra, que la habría sumido en una confrontación en dos frentes y regionalizado el conflicto ante una segura intervención de los EEUU. Por otra parte, la contundencia de la defensa del derecho Internacional público por parte de Chávez y Correa no permitió que se desvíe la atención de la discusión hacia el tema – real o no- del apoyo de estos gobiernos a la guerrilla de las FARC. En definitiva, la dinámica de resolución del conflicto, coloca muy mal a la OEA que queda comprometida a realizar un estudio exhaustivo de lo acontecido, buscando con ello retomar el camino de la confianza mutua, tan seriamente lastimado por el cruce de acusaciones entre los presidentes Uribe, Correa y Chávez.
Dr, Juan E. Romero
Historiador
juane1208@gmail.com
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