De Venancio Pulgar a Manuel Rosales: la misma mentira
El Zulia se ha convertido en el epicentro de una verdadera batalla electoral. Para un observador no acucioso, se trata simplemente de un enfrentamiento personal entre Chávez y Rosales; sin embargo, hay elementos que nos señalan que asistimos a una deliberación política; entendida como la presentación, el debate y la defensa de una plataforma política antagónica con otro referente político.
Para el Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) la contienda electoral busca dos objetivos claves: 1) reivindicarse de la derrota del pasado 2-D de 2007, cuando fracasó la estructura del partido en su intento de aprobar la Reforma Constitucional y 2) recuperar el espacio político que ha perdido en la región, producto de las divisiones internas, las luchas intestinas y la desorganización política. Estas tareas no son fáciles de realizar. El comportamiento esquivo del electorado zuliano se presenta como un serio obstáculo. Por otra parte, el manejo maníqueo que Rosales plantea entre la zulianidad, su vinculación con la política y la religiosidad, no ha sido suficientemente desmontado por el Comando de Campaña de Di Martino, aunque las constantes visitas del presidente Chávez han procurado subsanar esta deficiencia.
Para Rosales, el proceso del 23-N es vital para su supervivencia política. Es sin duda, una manifestación de ambición política. Por una parte, corresponde con una prueba para la maquinaria electoral de Un Nuevo Tiempo (UNT), a la vez que es un catalizador de la existencia o no de un efecto Rosales, capaz de trasladar sus apoyos personales a otros candidatos ubicados bajo su órbita de acción. Los retos para Rosales son múltiples: 1) demostrar que es capaz de sobrevivir a una nueva confrontación directa con el presidente Chávez; 2) consolidar el liderazgo nacional de UNT y 3) impedir el avance de Primero Justicia (PJ) como otra opción de poder en el núcleo de la oposición.
Todos estos elementos nos permiten entender la especial dureza de la campaña en el Zulia. El debate se ha venido desviando de la discusión de una agenda política para encasillarse en el tema de la defensa o ataque al Zulia. Al concentrarse el debate en este aspecto, el comando de Rosales obtuvo una ventaja importante; la cual disminuyó en la medida que el propio Presidente introdujo la perspectiva del enfrentamiento directo entre él y Rosales. No hay duda que la estrategia de comunicación política del comando del actual Gobernador obedece a la lógica de generar una identidad orgánica entre él como “candidato” (figura política) y el Zulia como un todo; de manera tal, deja planteado que un ataque a él (Rosales) es un ataque directo al Zulia. En este punto se nota la asesoría histórica. La estrategia de Rosales es la misma utilizada por Venancio Pulgar en 1859-1863, cuando llegó a plantear - casi en los mismos términos- la disyuntiva política.
Como se recordará el Zulia se mostraba esquivo de aceptar la sumisión al poder central desde el mismo momento de la separación del Departamento Venezuela de la República de Colombia -mal llamada Gran Colombia- en 1830. A partir de ese período y hasta los preludios de la Guerra federal, los recursos y accesos comunicacionales del Zulia con los estados andinos (Trujillo, Táchira y Mérida) eran claves para la economía venezolana. Este hecho fue aprovechado por Venancio Pulgar para construir un liderazgo que manipulando el sentido de identidad del zuliano, utilizó el voluntarismo identitario para obtener beneficios personales y en aquellos momentos, donde la ambición personal chocó con los intereses del Estado venezolano y convocó al Zulia en su defensa; con la excusa que era la región la que estaba siendo atacada y no su ambición política. Resultado: todo el espacio histórico marabino, que incluye los límites del estado Zulia, así como ciertas zonas limítrofes con el estado Falcón, fueron objeto de una intervención del Ejecutivo Nacional restituyendo el orden y generándose la huida de Pulgar, dejando a todo el estado y sus ciudadanos sometidos a las consecuencias de su aventurismo político. Ayer como hoy, se plantea la situación en los mismos términos.
Nos asombra escuchar a Rosales señalar que cuando se ataca a su persona se ataca al Zulia. Con más de 120 años de distancia, nos encontramos con expresiones como las que indicaba en un canal nacional en el sentido que Chávez al odiarlo a él manifestaba su odio al Zulia. Sin duda, es una muestra del impacto de la manipulación histórica y cultural que se ejerce sobre el zuliano. La confrontación es entre dos (2) proyectos políticos, no es contra una región y sus ciudadanos; pero al presentarse como un ataque contra la identidad se busca despertar solidaridades culturales que puedan ser expresadas en forma de votos para los candidatos de Rosales. De nuevo, somos testigos como se manipula la historia regional a favor de intereses políticos personales. Le toca al Zulia decidir sí permite que esta manipulación permanezca o por el contrario se articule dentro del proyecto nacional conservando sus determinantes históricas y geográficas. Como sea el 23-N veremos los resultados y sabremos que cumplimos con nuestra obligación como historiadores al denunciar el maniqueísmo cultural.
Juan E. Romero
Historiador
Juane1208@gmail.com
17/11/2008
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